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Una biografía del Padre Cajade

Carlos Cajade, sacerdote católico
Por Hugo Presman
en PioneroDiario - Las Quintas, Buenos Aires, Argentina

Nació en Ensenada. Su padre fue trabajador del frigorífico Swift y murió en un accidente. A los catorce años siguió el camino de su progenitor.
Al terminar el servicio militar ingresó al seminario. Pertenece a la juventud de los 70, tiene 49 años y dice “vivencié todos los ideales de un mundo mas humano, mas justo, mas fraterno“. Es Carlos Cajade, un sacerdote católico. La nochebuena de 1984 lo encontró como párroco de la Iglesia San Francisco de Asís, en Berisso. Terminada la misa de gallo salió a cerrar la puerta de la Iglesia y se encontró con tres pibes en la escalinata. Imbuido del espíritu navideño, les dijo: “Chicos, hoy es Nochebuena, hay que ir a festejar“. Los pibes le contestaron que no festejaban porque vivían en un terreno baldío. La voz de Carlos rememora esa noche inolvidable “ No les creí y ellos me desafiaron. Yo no sabía que en ese momento me estaba poniendo una bisagra a mi y a ellos, porque en realidad fui al terreno y había mas chicos, mas chiquitos y ahí nomás me fui al almacén de una señora amiga y compré todas las cosas que podía y pase esa Nochebuena con ellos. De ahí en más fue natural. Primero nos encontrábamos en la calle, después empezaron a venir a la hora de la misa. Después empezaron a venir a la hora de comer. Y la amistad fue dando para más. Una noche de tormenta se quedaron y así empezó. Nunca mas se fueron”. Carlos no lo dice, pero tal vez esa Nochebuena de 1984, junto a los chicos desamparados, estaba la figura de Jesús y de fondo la música de Piazzolla con la letra de Ferrer. “Por las noches carasucia / de angelitos de blue jean / vende rosas por las mesas / del boliche de Bachin / y la luna brilla / sobre la parrilla / come luna y pan de hollín / Cada día en su tristeza / que no quiere amanecer / lo madruga un 6 de enero / con la estrella del revés / y tres reyes magos / roban sus zapatos / uno izquierdo y el otro también “Luchó con los chicos por un subsidio de la Provincia que luego de varios esfuerzos fue aprobado por el gobernador. Hoy es el Hogar de la Madre Tres veces Admirable, en las afueras de La Plata, en 643 entre 12 y 13. “Arrancamos con 19 pibes” dice Carlos. “La obra está compuesta por la huerta, la elaboración de la verdura y la venta a domicilio, tenemos un Kiosco en el Senado y una imprenta de primera línea. Viviendo con nosotros hay alrededor de 80 chicos y 13 o 14 educadores. Ellos comienzan viniendo para ayudar y terminan armando su vida acá”.Contra la propuesta de construir más y más cárceles, tan en boga en nuestro fin de siglo neoliberal, Carlos cuenta su experiencia: “El espíritu de lo que estamos haciendo es darles el clima de familia, que no falte la contención básica. Nos llegan chicos con causas penales, que después de tres años de estar aquí nos preguntamos por que estuvieron presos. A uno de los chicos lo trajo la policía, me dijo que lo habían metido preso tantas veces que ya no sabía que hacer. Tres años después, ese chico trabaja en la imprenta, empezó el secundario, es un tipo de una solidaridad y una alegría enormes”. Orgulloso sostiene: “Cuando eligen los mejores compañeros en la escuela, ellos (sus chicos) salen los mas votados”. Y es lógico. “En este momento no hay pibe que llegue y se vaya. Donde encuentra un clima de familia y de trabajo, un clima para poder estudiar y que se lo trata con dignidad, se queda. El régimen que hace posible la convivencia es una democracia directa. Yo no tomo ninguna decisión solo, nunca, siempre lo hacemos en Asamblea”. Su experiencia desmiente a todos los apóstoles de la represión y condena a menores. “Cuando hablamos de seguridad y vamos nada mas que a las consecuencias, como poner mas patrullas o tratar de reducir la edad para meterlos presos de mas chicos, eso no es nada mas que un parche. Si nuestra niñez se está criando de una manera salvaje, nos va a responder de una forma salvaje. La vivencia que tenemos con el chico nos hace pensar en el modelo del país que queremos”.Ese que reflejan las estadísticas, con la impasible frialdad de los números. La mitad de los chicos de 14 años son pobres. Esos chicos retratados, entonces como excepción, en la poesía de Ferrer “Chiquilín, dame un ramo de voz / así salgo a vender / mis vergüenzas en flor / Baléame con tres rosas / que duelan a cuenta / del hambre que no te entendí / chiquilín”. Carlos realizó un escrache en un Mc Donald‘s, que no dejó comer a cuatro pibes dentro del local. Y acota: “No hay que perder el sueño de que ser pibe tiene que ser un privilegio, como lo fue alguna vez en este país”. Cita a un compañero, el sociólogo Alberto Morlachetti, otro argentino excepcional, cuando afirma: “Nos dicen que tenemos que cuidarnos de los chicos, cuando en realidad tenemos que cuidarlos a ellos”Organizador del Movimiento Chicos del Pueblo, que agrupa a todos lo hogares de chicos de la calle, sus ojos de empañan cuando reflexiona: “Los chicos son tan argentinos como nosotros, nacieron bajo la misma bandera, en la misma tierra, nada mas que ellos no tienen siquiera el derecho de disfrutar de la vida. Por eso digo, la seguridad habría que pensarla de una manera mas amplia. No es cuestión de tirar salvavidas, sino de parar la inundación”. En un país considerado un granero se mueren 20 chicos por día de hambre. Solo una política planificada puede dar este resultado genocida. En este país de profundas contradicciones, con convicciones cristianas, es fácil encontrar en la clase media a quienes siguen a Jesús, pero en la práctica diaria admiran a Herodes. Son los que votan por políticas de ajuste sin anestesia y cuando hay que pagar el costo de las consecuencias, deciden que no hay más remedio que matar a lo que se provocó. Quieren hacer hamburguesas de los excluidos. Y le ponen marca comercial a su candidato. Cuando se apuesta a la vida, es posible cosechar vida. Juan Pablo, por ejemplo, integró el primer grupo y hace unos días nació su bebe. Ese bebe que, como los que asiste Mónica Carranza, o el Padre Carlos Cajade, no será protagonista del drama que describe Horacio Ferrer: “Cuando el sol pone a los pibes / delantales de aprender / el aprende cuanto cero / le quedaba por saber / Cada aurora en la basura / con un pan y un tallarín / se fabrica un barrilete / para irse y sigue aquí / Es una hombre extraño / niño de mil años / que por dentro le enreda el piolín” .La voz de Carlos se opaca por momentos, pero rápidamente recupera su brillo cuando dice: “Hoy el clima es muy salvaje. A veces me dan ganas de rajarme porque se pelean de una manera espantosa. Y esa niñez se está criando en un clima muy salvaje. El niño se hace salvaje en un clima salvaje y se hace humano en condiciones humanas. Eso hace muy difícil que un chico al que la miseria llevó a expulsarlo a la calle, y deterioró la relación con su familia, vuelva a vivir con ella. Pero puede recuperar la relación con su sangre. Es a veces inentendible, pero un pibe que recupera esa relación, especialmente con la madre, si andaba a 30, comienza a andar a 80. Por el solo hecho de ir a tomar mate con ella. La recuperación del vínculo sanguíneo le devuelve la identidad al pibe. Por ejemplo, un pibe que viene de la calle llega muy deteriorado, a veces muy enojado con su familia, entonces con el clima de familia de acá se va poniendo bien, y va dando pasitos, se va integrando en la escuela y si tiene mas de 14 años se integra en algún emprendimiento productivo, se va poniendo bien y en un momento determinado ¿Sabe cual es la expresión, el síntoma que está bien? Pregunta: Che Carlitos ¿sabes una cosa? tengo ganas de ver a mi vieja.” Este oasis se levanta en medio del infierno terrenal diseñado e instrumentado en treinta años de retroceso feroz. La nena que hizo de Jesús en el barrio donde se levanta la parroquia, en diciembre de 1998, murió de desnutrición en mayo de 1999. Carlos está criando una bebita con sida. Su madre “la Ramona”, la que hacía pan casero y lo vendía en el barrio, murió en agosto de 1998. Dejemos que Carlos lo cuente: “Es una experiencia… linda, fuerte, de pelearle a la muerte, hasta a Dios lo apreté una noche. Porque uno quiere a todos los chicos, porque todos tienen su estrella, aunque a veces está un poco tapada, por las miserias que trae, pero esta me estrelló a mí. Además para un cura como yo, que no ha criado nunca un bebe, es algo especial. Gracias a Dios le encontramos la vuelta porque no resistía a los remedios, que son varios cócteles fuertísimos. Dos o tres veces se me estuvo por morir. Yo le dije a Dios: Mirá que acá me haces pomada a mi, porque más de una vez se nos murió un chico y nos costó meses levantarnos”. Ahí por La Plata parece que Jesús ha vuelto. Es el Padre Carlos Cajade. Que lo cita poco pero lo practica mucho. Ese que dice, poniendo voz a los Evangelios “Nosotros creemos que el insumo básico de la niñez es la ternura. Entonces siempre decimos no menos de diez caricias por día, que tengamos siempre la posibilidad de devolverle con ternura, lo que la pobreza le robó al nacer”.

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